Se ha extendido un culebrón (una falsedad malintencionada) que podríamos resumir en la frase “todos somos adictos”. Lamentablemente se ha divulgado incluso entre los terapeutas especialistas en drogodependencia. A nivel popular es políticamente correcta y hasta simpática, ya que investiría al hablante de una Áurea de humildad y franqueza.
Este problema tiene aristas a varios niveles:
La primera es la confusión entre tipos de sustancias. Si bien la cafeína contenida en el café, el mate y el té es técnicamente una droga que tiene un efecto en la bioquímica cerebral, con su consecuente repercusión en el nucleus accumbens, los efectos sobre la conducta y la salud NO SON equivalentes a lo de sustancias como la cocaína, la heroína o si se quiere, el paco. Es falso que la diferencia entre la drogas duras y las de la familia de la cafeína sea la aceptación social. La aceptación social (o su carencia) es tan solo un síntoma del efecto destructivo que las drogas ilegales tienen sobre el sujeto y la sociedad. El caso de Holanda es paradigmático, porque hace años (creyendo que el problema de la droga era la marginalidad y no el consumo) legalizaron su uso entre la población. Años después y habiendo lidiado con los efectos destructores de esta enfermedad dieron paso atrás y volvieron a prohibirla. Si consumir café fuera una adicción EQUIVALENTE al consumo de drogas duras, los terapeutas en adicciones deberían dejar de consumirlo, para tener la suficiente coherencia interna en su trabajo (o reconocer que la frase mencionada es una incorrecta generalización)
Por otra parte el psicoanálisis, reconoce tres estructuras clínicas:
La neurosis
La psicosis
La perversión
Una persona que consume drogas es (al menos en el marco teórico) un perverso. Un neurótico que toma café, no deja de trabajar, ni abandona a su familia, ni sale a robar porque se llegó al fondo del frasco. El argumento de que el bebedor de café no lo hace porque puede comprarlo en el almacén, es ingenuo o cínico, ya que sin ir más lejos el paco, es más barato, e igualmente fácil de conseguir.
Una tercera falacia relacionada con esta frase, es comparar las relaciones co dependientes y perversas con las adicciones. Una de las peculiaridades de la adicción a drogas, es la cosificación del adicto y la personificación de la sustancia, lo que le da la sensación de estar en una relación en el rol de “victima” de alguien más fuerte que él/ella. O sea que el adicto encarna un rol que es una fantasía, ya que la “droga” no es “alguien”. En las relaciones perversas una persona “la victima” está en una ROL REAL con un alguien que desde cierto lugar está en una relación de poder muchas veces fáctico (por diferencia de fuerza física, dependencia económica, etc.). Una mujer o un hombre violentados son tratados como “cosas” desde el exterior de ellos mismos en relación con un alguien. Que los adictos y los abusados compartan su carácter de “cosa”, no implica que padezcan la misma enfermedad. (Si cuando estoy engripado, tengo fiebre, no quiere decir que todos los que tengan fiebre estén engripados)
A veces es más fácil (y redituable) seguir los clichés de la Psicología Popular, o callar ante los conceptos erróneos por temor a herir o lastimar, pero si realmente queremos participar de un cambio, es nuestra obligación tener los conceptos teóricos y clínicos bien claros, como dijo una vez alguien: “No hay nada más práctico que una buena teoría”
Natán Ezequiel Sánchez
A Gustavo Bartelau In Memoriam
Este problema tiene aristas a varios niveles:
La primera es la confusión entre tipos de sustancias. Si bien la cafeína contenida en el café, el mate y el té es técnicamente una droga que tiene un efecto en la bioquímica cerebral, con su consecuente repercusión en el nucleus accumbens, los efectos sobre la conducta y la salud NO SON equivalentes a lo de sustancias como la cocaína, la heroína o si se quiere, el paco. Es falso que la diferencia entre la drogas duras y las de la familia de la cafeína sea la aceptación social. La aceptación social (o su carencia) es tan solo un síntoma del efecto destructivo que las drogas ilegales tienen sobre el sujeto y la sociedad. El caso de Holanda es paradigmático, porque hace años (creyendo que el problema de la droga era la marginalidad y no el consumo) legalizaron su uso entre la población. Años después y habiendo lidiado con los efectos destructores de esta enfermedad dieron paso atrás y volvieron a prohibirla. Si consumir café fuera una adicción EQUIVALENTE al consumo de drogas duras, los terapeutas en adicciones deberían dejar de consumirlo, para tener la suficiente coherencia interna en su trabajo (o reconocer que la frase mencionada es una incorrecta generalización)
Por otra parte el psicoanálisis, reconoce tres estructuras clínicas:
La neurosis
La psicosis
La perversión
Una persona que consume drogas es (al menos en el marco teórico) un perverso. Un neurótico que toma café, no deja de trabajar, ni abandona a su familia, ni sale a robar porque se llegó al fondo del frasco. El argumento de que el bebedor de café no lo hace porque puede comprarlo en el almacén, es ingenuo o cínico, ya que sin ir más lejos el paco, es más barato, e igualmente fácil de conseguir.
Una tercera falacia relacionada con esta frase, es comparar las relaciones co dependientes y perversas con las adicciones. Una de las peculiaridades de la adicción a drogas, es la cosificación del adicto y la personificación de la sustancia, lo que le da la sensación de estar en una relación en el rol de “victima” de alguien más fuerte que él/ella. O sea que el adicto encarna un rol que es una fantasía, ya que la “droga” no es “alguien”. En las relaciones perversas una persona “la victima” está en una ROL REAL con un alguien que desde cierto lugar está en una relación de poder muchas veces fáctico (por diferencia de fuerza física, dependencia económica, etc.). Una mujer o un hombre violentados son tratados como “cosas” desde el exterior de ellos mismos en relación con un alguien. Que los adictos y los abusados compartan su carácter de “cosa”, no implica que padezcan la misma enfermedad. (Si cuando estoy engripado, tengo fiebre, no quiere decir que todos los que tengan fiebre estén engripados)
A veces es más fácil (y redituable) seguir los clichés de la Psicología Popular, o callar ante los conceptos erróneos por temor a herir o lastimar, pero si realmente queremos participar de un cambio, es nuestra obligación tener los conceptos teóricos y clínicos bien claros, como dijo una vez alguien: “No hay nada más práctico que una buena teoría”
Natán Ezequiel Sánchez
A Gustavo Bartelau In Memoriam