”Son mis papás biológicos”. La afirmación de Sabrina Gullino, aludiendo a Raquel Negro y Tulio Valenzuela fue el punto de partida de una constante en todo su relato: las alusiones a sus padres biológicos y también a sus padres adoptivos.
La joven declaró ayer en su calidad de querellante en el marco del juicio oral y público que se desarrolla en Paraná por el robo de bebés nacidos en el Hospital Militar, consumado en el marco de la última dictadura militar, más precisamente en el año 1978.
Con su testimonio, Sabrina Gullino no desatendió la singular situación de tener dos pares de padres. Raquel y Tulio, que se encuentran desaparecidos, y los padres adoptivos, que merecieron, también, una referencia muy sentida, de cariño y amor de la hija. De ese modo, aportó emotividad a un juicio donde se ventilan atrocidades, con crímenes de lesa humanidad, secuestros y muertes consumados por la dictadura militar.
Con 33 años de edad, la joven narró el modo en que accedió a su identidad, conmovedora empresa que contó con el respaldo de su familia adoptiva. “Siempre supe que era hija adoptada”, comenzó diciendo antes de narrar con lujo de detalles el modo en que reconstruyó su historia. El punto de partida fue noviembre de 2008, un domingo, cuando un cabo de la Policía Federal tocó el timbre de la casa de sus padres para que se presenten en Paraná por una “Causa Trimarco”. El apellido del interventor militar en Entre Ríos no le resultaba conocido a la familia Gullino y sospecharon que la citación respondía a un choque que protagonizaron “hace como 20 años en Paraná”.
Relató que los próximos pasos estuvieron motivados por la curiosidad: poner en el buscador en Internet Google el nombre de la causa y ahí comenzaron a brotar palabras como “secuestro”, “desaparición”, “dictadura”, “Hospital Militar” y también “mellizos”.
No sabía entonces Sabrina que ella era uno de los mellizos, pero inmediatamente consideró que los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela podrían ser sus padres biológicos.
“Esto es algo serio”, contó que fue su conclusión de entonces al recibir la citación. Inmediatamente –contó la joven– vino un pedido y una advertencia a sus padres adoptivos: “Si ustedes me tienen que decir algo, me lo dicen ahora y yo los voy a acompañar. Pero si me mienten no les hablo nunca más”, reprodujo en su testimonio.
Según su recuerdo, y lo que narró ayer en la sala de audiencias, a dos días de la citación los padres adoptivos le contaron un pasaje de su historia que refiere a que en un canal de noticias de Rosario escucharon que una niña había sido abandonada en el Hogar del Huérfano. Los padres se habían anotado en un Juzgado de Familia para adoptar y cuando fueron convocados para concretar la adopción, la mujer le planteó a su esposo: “¿Y si se trata de esa nena abandonada?”
Sin embargo, los padres no volvieron a hablar del tema hasta la citación y si bien le dijeron a su hija que era adoptada, no quisieron abundar en detalles sobre el abandono en una entidad de huérfanos.
Dos mamás. El testimonio de Sabrina Gullino aportó una gran emotividad a la audiencia de ayer. Con notable lucidez contó una historia dramática que la tiene como protagonista, con sus padres biológicos y su hermano mellizo desaparecidos, con secuestros, abandono de persona y todos los delitos que se desprenden de la dramática historia.
El hecho de tener que hablar de dos madres, de dos padres, quedó patentizada en una frase. Al seguir con su relato, que incluyó el momento en que se hizo los análisis de ADN, sostuvo que en el Juzgado Federal vieron fotos de Raquel Negro, y que su familia adoptiva demostró gran interés también por conocer sobre la familia biológica de la menor. “Mientras miraba la foto, mi mamá me dice: ‘Sos igual a tu mamá’”, relató ante un público que se mostró emocionado. Las lágrimas y el silencio absolutos reflejaron el nivel de tensión y emoción que ganaron la sala en el relato de la joven.
La historia ante el tribunal integrado por Roberto López Arango, Lilia Carnero, Juan Carlos Vallejos y María Ivón Vella es la misma que contó en una entrevista con EL DIARIO, donde reseñó su lucha, y la de los organismos de derechos humanos para establecer su origen. Egresada de la Licenciatura en Comunicación Social, la joven vive en Rosario y a partir de su identidad restituida mantiene un contacto de hermano con Sebastián Álvarez, el primogénito de Raquel Negro.
Uno de los momentos más emotivos se dio cuando Sabrina –al igual que lo hizo su hermano en el siguiente testimonio– reclamó que los médicos que atendieron a su madre, a ella misma y a su hermano mellizo cuando eran recién nacidos “rompan el pacto de silencio” y aporten los datos para dar con el paradero del mellizo. “Mientras él no esté, se sigue cometiendo el delito”, reflexionó.
“Quiero decirles a los reos que secuestraron y asesinaron a mi mamá y mi papá y secuestraron a mi hermano, que aunque intentaron destruir mi familia, no pudieron”, exclamó.
En ese tramo del relato, Sabrina reveló que fue identificada con distintos nombres, según el momento de la historia. Soledad la llamaron en el Hospital Militar; Soledad López, en el Instituto Privado de Pediatría, adonde fueron trasladados luego de haber nacido en el nosocomio castrense; María Andrea le pusieron las monjas del Hogar del Huérfano de Rosario.
“Quiero decirles a Amelong y Pagano –dijo luego, ante el gesto inmutable del procesado– que seguramente no se arrepienten de haber secuestrado a mis padres, pero seguramente se arrepienten un poco de no haberme tirado al río para evitar que lleguemos a este juicio. Pero también digo que es importante para la historia de este país esta instancia de justicia que se está dando”.
La querellante llevó adelante un relato prolijo, elocuente, detallista, claro. Y alcanzó a mechar el reconocimiento a algunas acciones y personas, necesarias para poder llegar al proceso oral y público contra los acusados de haber secuestrado a sus padres y hermano. Tuvo palabras de reconocimiento para la agrupación Hijos, para el ex titular del Registro Único de la Verdad, Guillermo Germano, sus padres adoptivos, su hermano Sebastián Álvarez y “las enfermeras que se pusieron al hombro la verdad y le dieron fuerza a esta causa”, a diferencia de los médicos que se mostraron olvidadizos o reticentes a dar datos sobre el derrotero de los niños secuestrados por los represores.
Con total soltura narró Sabrina cómo fue el encuentro con Sebastián Álvarez. Por momentos arrancó sonrisas espontáneas al público y también lágrimas de emoción. El final de su relato estuvo enmarcado por un cerrado aplauso de casi la totalidad de la sala, con excepción de las partes que protagonizan este juicio. Incluso la esposa del médico procesado, Juan Antonio Zaccaría, la aplaudió con decisión, para coronar con un comentario sorprendente: “Qué sabia que es ésta chica”. Cuando el testimonio había terminado, tras un cuarto intermedio y mientras se aguardaba la próxima declaración, la mujer se acercó a Sabrina Gullino y le dijo que tenía interés en hablar con ella “algún día”.
Un hermano. En la continuidad de la audiencia declaró Sebastián Álvarez. Sebastián es hijo de Raquel Negro y Marcelino Álvarez, que fue secuestrado el 4 de noviembre de 1976 en Rosario y permanece desaparecido.
Cuando tenía un año y ocho meses, Sebastián pasó unos días en el centro clandestino de detención Quinta de Funes, ya que estaba con Tucho y Raquel cuando fueron privados de su libertad en Mar del Plata, el 2 de enero de 1978. “No tengo recuerdos de mi madre”, fue lo primero que dijo ante el tribunal. El chico fue entregado a sus abuelos maternos, vivió dos años en Santa Fe pero luego la familia se mudó a un pequeño pueblito formoseño llamado Misión San Francisco de Laishí, donde ya estaba radicado el hermano de Raquel con su familia. Era un adolescente cuando sus abuelos le contaron que tenía dos hermanos mellizos e inició el camino de búsqueda.
Sebastián aportó un dato saliente respecto de un encuentro que Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, mantuvo con Miguel Alberto Torrealday, uno de los dueños del Instituto Privado de Pediatría, en el año 2000. “En ese momento tomamos conocimiento de que los chicos habían estado en ese lugar”, explicó. Fue allí que el médico le entregó los registros en los que constan el ingreso de la niña el 4 de marzo y el varón el 10 de marzo y el egreso de ambos, con alta médica, el 27 de marzo. “Hay seis días en los que no sabemos dónde estuvo mi hermano”, apuntó. Y en otro tramo de su relato admitió la posibilidad de que el chico hubiera sido derivado previamente al Hospital Materno Infantil San Roque, donde hace unos meses se realizó un allanamiento buscando documentación que avale esa hipótesis.
En ese sentido, destacó que en las planillas que recibieron del instituto privado “no hay firmas ni responsables del ingreso ni egreso y tampoco hay constancias de que el varón hubiera fallecido”, por lo que apeló a que los médicos aporten datos que permitan localizar y restituir la identidad del mellizo varón.
“Hay una clara diferencia entre las enfermeras que recuerdan el caso y los doctores que no recuerdan. A esto nos referimos cuando hablamos de las complicidades civiles con la dictadura. Hay un silencio sobre lo que pasó con los chicos”, afirmó Sebastián. “Estamos esperando saber un poco más de lo que pasó con mi hermano. Necesitamos encontrar a nuestro hermano para terminar con esta historia”, acotó.
Sabrina y Sebastián se conocieron el 23 de diciembre de 2008. “Fue una alegría enorme y me dio mucha fuerza para seguir buscando”, afirmó sin dudar. “Me cambió la perspectiva de vida para buscar a nuestro hermano; Sabrina es mi hermana y mi apoyo para continuar con esta búsqueda”, acotó Sebastián.
En ese marco, aprovechó el cierre de su declaración para reclamar a la sociedad paranaense que aporte todo cuanto sepa para tratar de localizar al mellizo varón. “Apelamos a la buena voluntad de la gente y a la memoria de los médicos y enfermeras porque necesitamos encontrar a nuestro hermano”, sentenció.