Por Samuel W. Taylor
Traducido y adaptado por Hugo Olaiz
El Mormonismo... ha experimentado una transformación social e intelectual de tal magnitud, que si José Smith resucitara y volviera a la tierra hoy, seguramente se preguntaría si esta es la misma iglesia que él fundó. --Keith A. Norman
EL DOMINGO estaba sacando el auto del garage cuando un tipo se me acercó a la ventanilla. Era alto y fornido. Tenía una nariz prominente y una agradable sonrisa.
--Ando buscando a Sam Taylor.
--Pues lo acaba de encontrar.
--Me llamo José Smith.
--Hola, Joe.
Nos dimos la mano. ¡Caramba, qué apretón! Fue como agarrar un cable pelado.
--¿Puedo hablarte un minuto, Sam?
--Es un mal momento, Joe. Voy a llegar tarde a la iglesia.
--¿Tienen las reuniones tan temprano?
--Tengo una reunión con la presidencia de quórum antes de las reuniones.
--¿Está bien si te acompaño? Podemos hablar en el... eh... vehículo.
--Sube.
Mientras se cruzaba al otro lado del coche, me di cuenta de que rengueaba un poquito. Le corrí el asiento para que pudiera estirar las piernas en mi Wolswagen. Y le noté algo raro en los pantalones: estaban planchados con las rayas a los costados en vez de adelante y atrás.
--Sam, asistir tu barrio va a ser una experiencia inolvidable.
--Abróchate, Joe.
--¿Que me abroche...?
--Abróchate el cinturón.
--¿Para qué diablos sirve?
--¿De dónde eres, Joe?
--Nací en Vermont.
--¿Naciste en la Iglesia?
--Soy más bien un converso.
--¿Y todavía vives en Vermont?
--Ahora estoy en otra tierra, o mejor dicho en otro mundo.
--¿Y no tienen cinturones de seguridad allí?
--No. Ni vehículos como éste.
Cuando tomé por la autopista, Joe se aferró a la manija de la puerta.
--¡Caramba, ahora entiendo por qué el cinturón! Nunca había ido tan rápido en vida, ni siquiera durante una fuga.
--Estoy yendo apenas a 55, Joe.
--¿A 55 qué?
Bajé a 40. Me dijo, --Me alegra que todavía vivas en la Avenida Stockbridge. Hace ya bastante que tu mamá me dio la dirección--. Este era un tipo memorioso, porque mi madre ha muerto hace 25 años.
--Bueno, Joe, soy todo oídos.
--¿Cómo dices?
--¿Querías hablar conmigo?
--Sí, sí, claro. Entiendo que eres una autor y que investigas la historia de la Iglesia. Así que decidí caer por aquí y ver cómo van las cosas estos días.
--A mal puerto vas por leña, Joe. Es a Salt Lake City donde deberías haber ido, no a Redwood City.
--Estoy buscando una opinión de las bases, no una declaración oficial. ¿Por dónde andan los Doce Consejeros Viajantes estos días?
--¿Los doce qué?
--Los Doce Apóstoles.
--Bueno, están en Lago Salado, por supuesto. ¿Dónde más iban a estar?
--¿Los convocaron por alguna emergencia?
--No.
--¿Por qué no están viajando por el mundo, dando testimonio de Cristo, a diferencia de los otros oficiales de la Iglesia en el deber de su llamamiento?
--Joe, tú deberías saber que no tienen tiempo para andar de viaje.
--John Taylor tuvo tiempo. Brigham Young tuvo tiempo. Todos tuvieron tiempo en los primeros días: Heber C. Kimball, Orson Hyde, Parley P. Pratt, William Smith, Orson Pratt, Wilford Woodruff, George A. Smith, Willard Richards, Lyman Wright, Amasa Lyman...
--Eso fue hace mucho tiempo, Joe. No se llaman más los Doce Consejeros Viajantes. Y si estuvieran predicando por todo el mundo, ¿quién se queda en casa para atender el boliche?
--Los maestro, por supuesto. Ese es su deber.
--¿Los maestros? Joe, tú debes estar bromeando.
--El deber de los maestros es el de velar siempre por los miembros de la iglesia, y estar con ellos y fortalecerlos. Y cuidar de que no haya iniquidad en la iglesia, ni aspereza entre uno y otro, ni mentiras, ni difamaciones, ni calumnias. Y ver que los miembros de la iglesia se reúnan con frecuencia, y también ver que todos cumplan con sus deberes. Y se hará cargo de las reuniones si está ausente el élder o presbítero...
--Basta, Joe. Lo único que falta es que me digas que hasta un diácono puede hacer cosas así.
--¡Por supuesto que sí! Los diáconos le ayudarán siempre en todos sus deberes en la iglesia, si la ocasión lo requiere.
--No digas eso. Estás sugiriendo que tiene una autoridad ilimitada.
--Oh no, claro que hay un límite. Ni los maestros ni los diáconos tienen la autoridad para bautizar, bendecir la santa cena, ni imponer las manos.
--Bueno, qué consuelo.
--Deben, sin embargo, amonestar, exponer, exhortar, enseñar, e invitar a todos a venir a Cristo.
--Joe, me estás citando Doctrina y Convenios.
--Por supuesto. ¿Tiene algo de malo?
--Vamos, Joe. Tú sabes que hemos hecho algunos cambios.
--Sam, ¿cómo puedes decir eso? He oído de buena fuente que un tal Hugh Nibley, una autoridad en historia y doctrina de la Iglesia, declaró que si José Smith asistiera a una conferencia de la Iglesia Mormona hoy en día se sentiría perfectamente a gusto. Y que si le hablara a la congregación ellos no notarían absolutamente nada extraño o pasado de moda en sus enseñanzas. Dijo que el evangelio está anclado en sus palabras, que nunca ha sido retocado por nadie, y que se halla libre de revisiones o cambios.
--Bueno, Joe, andas con suerte. Hoy es la conferencia del barrio. Así que podrás formar tu propia opinión.
Cuando estacionábamos en la capilla, Joe exclamó, --¡Qué edificio magnífico! ¿Es un templo?
--No, el templo está en Oakland. En esta capilla se reúnen tres barrios.
--Parece flamante.
--Es nueva. ¿Ves el estacionamiento? Ahí estaba la capilla vieja. La demolieron cuando cumplió los veinte años.
--¿Me estás tomando el pelo?
--Para nada. La pura verdad.
--¿Por qué la demolieron?
--No sé. Tal vez le faltaba elegancia o algo así.
Antes de bajar del auto me dijo, en tono confidencial, --Una pregunta, antes de que entremos... ¿estás viviendo el Nuevo y Sempiterno Convenio?
--Si te refieres a lo que creo que te refieres...
--¿Cuántas esposas tienes?
--Una.
--Comprendo, --me dijo, guiñándome el ojo--. Pero la verdad. Entre nosotros.
--¿No oíste hablar de los Manifestos? El primero en 1890, y una docena más hasta el último, en 1939.
--Está bien, Sam. Eso es para el mundo. Comprendo. Tú eres un buen hombre. Pero con el ejemplo de tus abuelos y tu padre, Sam... no me digas que no estás viviendo el Principio.
--¿No sabes lo que dicen ahora por allí, Joe? Un tipo llamado Elden J. Watson escribió un artículo para demostrar que el Nuevo y Sempiterno Convenio es el bautismo en vez del matrimonio plural.
--¿El bautismo? ¡Pero eso es el delirio de un apóstata!
--Pues no ahora, Joe. Es la nueva interpretación. Estamos haciendo todo lo posible por enterrar el Principio para siempre.
--¡Pero es esencial para la gloria celestial!
--En estos días, no pasa de ser incidental.
--Sam, ¿cuál de los dos es el que está loco?
* * * ENTRAMOS EN LA CAPILLA. En la reunión de presidencia de élderes conoció a Tom, a Bill y a Ron. Yo soy el secretario ejecutivo y presenté las estadísticas de orientación familiar. Después hablamos del problema de los inactivos. Informé que teníamos cuarenta élderes en el barrio, de los cuales veíamos a un tercio. Sólo nueve tenían recomendaciones para el templo. Teníamos ochenta "futuros élderes" y los ochenta estaban inactivos. Joe preguntó qué era un "futuro élder". Tom lo miró extrañado, y tuve que explicar que Joe venía de otro país. Tom le explicó:
--Bueno, Joe, un futuro élder es un miembro que es sólo diácono, maestro o presbítero.
--¿Y qué tiene de malo?
--Son adultos, y deberían ser élderes.
--¡Ridículo! En los días de los pioneros hubo muchos grandes hombres que fueron diáconos, maestros y presbíteros toda su vida.
--Joe, hoy en día ordenamos diácono a un chico de doce años. A los catorce ó quince se vuelve maestro y a los dieciséis o diecisiete presbítero. Para los diecinueve...
--¡Nunca he oído algo tan insólito! ¿Por cuánto tiempo han estado haciendo esto? --Joe, ahora estoy convencido: Tú debes venir de un lugar muy lejano. ¿No tienen manuales del sacerdocio?
--¿Manuales? No he visto uno en mi vida.
--¿Y las Conferencias Generales por la televisión?
--¿Qué es la televisión?
--Está la Liahona, y el Church News, y Sunstone, y Dialogue, y muchas otras publicaciones de la Iglesia...
--Nosotros no recibimos nada de eso.
--¿No conocen libros escritos por las autoridades de la Iglesia?
--En mi tierra no existe la imprenta.
--Pero hablan inglés.
--¿Y con eso qué?
Traté de explicarles que Joe había nacido en Vermont. Tom dijo: --Joe, tú debes haber estado afuera por mucho tiempo.
Entonces escuchamos que estaba empezando la reunión, porque la congregación estaba cantando, y nos apuramos a terminar.
Al gran Profeta rindamos honores.
Fue ordenado por Cristo Jesús
a restaurar la verdad a los hombres
y entregar a los pueblos la luz.
Nos sentamos en la capilla mientras el himno continuaba, y Joe me dijo al oído: --Nosotros lo cantamos con la melodía `Estrella del Oriente'--. Entonces abrió el himnario y dijo: --Caramba, qué buena idea. La música y la letra aparecen juntas.
--¿Qué quieres decir?
--Bueno, nuestro himnario tiene tamaño de bolsillo, e incluye sólo la letra--. Entonces alzó la voz: --¡Pero esto es mentira! ¡No fue William W. Phelps el que escribió la letra! ¡Fue Eliza R. Snow!
Alguien de atrás nos chistó para que hiciéramos silencio.
Le recordamos; murió como mártir.
Todo el mundo le honrará.
Por asesinos vertida, su sangre
por la justicia a Dios clamará.
--No es "Por la justicia a Dios clamará". Debe decir "Siempre Illinois enrojecerá”.
--¡Shh!
Cuando los diáconos comenzaron a pasar la santa cena, Joe me habló al oído: --¿Por qué no hay música?
--Porque no es reverente.
--Antes lo era. ¿Y es más reverente oír a los bebés quejándose, a la gente tosiendo, sonándose la nariz, y a las madre retando a sus hijos?
--¡Ssshhhhh!
Joe se alegró cuando pasaron con la santa cena.
--Qué buena idea. Vasitos de papel para el vino. Nosotros solíamos...
--No, Joe, no, le dije al oído. Con la mano derecha.
--¿Qué?
--La mano derecha simboliza rectitud.
Me miró como quien sabe lo que hace, tomó el vasito con la mano izquierda, bebió, y entonces hizo una mueca.
--¡Es agua!
--Claro que es agua.
--Se supone que debe ser vino hecho por ustedes mismos. ¿O me vas a decir que ustedes no hacen vino en California?
--¡SSSHHHHHH!
Después de la santa cena, el obispo se levantó y fue al púlpito.
--Tenemos un visitante. Hermano, ¿podría hacer el favor de presentarse?
--Me llamo José Smith y vengo del Barrio Celeste 1, Estaca Kólob. Decidí caer de visita por aquí.
--Bienvenido, Hermano Smith.
Entonces el Obispo empezó la formalidad de sostener a las autoridades de la Iglesia, empezando por la Primera Presidencia.
--Todos los que estén a favor, por favor manifiéstenlo levantando la mano derecha. Si hay alguien en contra, por la misma señal. Y ahora, es propuesto que sostengamos a...
--¡Hey! ¡Detenga ese caballo, obispo! --Era Joe, con la mano levantada en el aire--. ¡Yo estoy en contra, y usted ni siquiera miró!
--¿Qué?, --dijo el obispo--. ¿Usted está en contra?
--Sí lo estoy.
--¿Está negándose a sostener a la Primera Presidencia?
--No, me estoy negando a que votemos antes de que hayamos discutido el asunto.
--Pero Hermano Smith, no hay ningún asunto que discutir.
--Bueno, siempre había mucho que discutir en Kirtland, en Misuri, y en Navoo. Antes de sostener a nadie, discutíamos si era digno del oficio. Un vez hubo quienes cuestionaron al Apóstol Pratt durante una conferencia, pues decían que estaba en tinieblas. Sidney Rigdon, de la Primera Presidencia, fue acusado de traición hasta que se investigó y demostró que los cargos eran falsos. En la estaca Kólob discutimos muy animadamente antes de un sostenimiento.
--Hermano Smith, ya hablaré con Ud. en mi oficina después de los servicios. Y ahora, se propone que sostengamos a...
--Joe, --le dije al oído--, la manera más rápida de que te echen a patadas es negándote a sostener a las autoridades.
--Es decir que... ¿nunca discuten antes de votar?
--Nunca. Y no es un voto; es un sostenimiento.
--Entonces no tiene ningún significado.
--Bueno, significa que hemos seguido el procedimiento.
El obispo condujo los sostenimientos del barrio y anunció que Jack Snyder había recibido un llamamiento para hacer una misión en Alemania. Después de la reunión, fuimos a felicitar a la abuela del joven. Allí estaba la Hermana Snyder, doblada por el peso de la vejez. Años de artritis le habían dejado las manos deformes.
--Hermana Snyder, ¿su esposo era el nieto de Carl Snyder, de Munich?
--Sí, hermano. Llegó a Navoo cuando era un niño. Estoy tan feliz de que Jack vaya como misionero a Alemania. Tal vez hasta le toque trabajar en Munich.
--Le tocará, hermana, le tocará. Y el Señor le dará a Ud. bendiciones y la sanará.
Salimos del salón sacramental y le dije a Joe, --La Hermana Snyder necesitará mucha ayuda. Los padres de Jack murieron en un accidente, y ahora va a enviar al nieto a una misión en el extranjero. Por supuesto que el barrio va a ayudar, pero me pregunto si no tendrán que hipotecar la casa.
--Si el barrio ayuda a esta noble anciana, ¿por qué tendrían que hipotecar la casa?
--Cuesta 1.200 dólares mensuales sostener a un misionero en Alemania.
--¿Cómo sostenerlo a él? Él va sin bolsa ni alforja.
--Será sin bolsa ni alforja, pero la Hermana Snyder y el Barrio van a tener que enviarle esos 1.200 dólares todos los meses.
--No entiendo, Sam. Viajar sin bolsa ni alforja ha sido el método misional del Señor desde los tiempos bíblicos. Según Lucas, Jesús les dijo: “no toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas”. Mateo registró la misma cosa. Y Doctrina y Convenios instruye a los élderes que no lleven "bolsa, ni alforja, ni dos prendas de vestir", con la promesa de que si tienen fe, ningún hombre "sentirá entenebrecida su mente, ni su cuerpo, miembros ni coyunturas... Y no padecerán hambre ni sed. Por tanto no os afanéis por el día de mañana, por lo que habéis de comer o beber, ni con qué os habéis de vestir".
--Bueno, Joe, ya sabes. Poderoso caballero es Don Dinero.
Joe se acercó a una mesa con ejemplares el Libro de Mormón, y la Hermana Snyder se acercó rengueando.
--Oh, Hermano Taylor! ¡Cuando el Hermano Smith me tomó las manos,... no tengo palabras, pero fue como si me hubiese iluminado con la calidez de su espíritu!
Traté de calmarla y me dirigí a la mesa con los libros de Mormón. Tenía un cartel que decía "DÉLE UNO A UN AMIGO". José agarró uno y dijo, --Qué idea estupenda. Me encanta la edición. Muy legible, tapas blandas. Una gran herramienta misio--¡hey! ¿qué es esto?
--¿Qué hay de malo?
--Hay un error en este pasaje. ¡Y otro en la página siguiente!
--Bueno, Joe, con el paso de los años hemos hecho muchas correcciones.
--¿Correcciones? ¡Es el libro más correcto sobre la tierra! ¿Por qué te sonríes? ¿Quién a esto estos cambios? ¿Y cuánto han cambiado?
--Para serte franco, Joe, se han hecho 3.913 cambios. En casa tengo una copia con todas las correcciones marcadas.
--Pero ¿por qué, Sam, por qué?
--Bueno, por ejemplo, ya no le prometemos a los lamanitas que serán ‘un pueblo blanco y deleitable”, porque eso es muy racista. Y ser racista hoy en día es algo imperdonable. Así que ahora es “un pueblo puro y deleitable”.
--¿Pero por qué autoridad se hicieron estos cambios?
--Por la misma que recibimos el libro por primera vez.
Joe hizo una mueca. --Sí, por supuesto. De qué serviría tener revelación continua si no hubiera nada nuevo que revelar.
--El mismísimo José Smith corrigió la Biblia en su versión inspirada...
--Suficiente, Sam, suficiente.
Nos dimos vuelta porque una mujer había empezado a sollozar. Era Amy Jacobs, y el marido también estaba a punto de pucherear. Varias personas se habían acercado a saludarlos y desearles suerte.
Le expliqué a Joe: --Se mudan a Arizona. Una gente excelente, han estado en el barrio por más de veinte años.
--¿Se jubilan?
--Bueno, no pueden quedarse aquí y enfrentar la vergüenza. Ellos no tienen la culpa, pero... es el hijo que mandaron a la misión. Le acaban de dar un relevo deshonorable.
--Santo cielo, pobre padres. ¿Qué hizo el muchacho?
--Estaba sirviendo en Inglaterra y se enamoró de una chica en Liverpool. Se casaron en secreto, pero el asunto se descubrió cuando ella quedó embarazada.
Joe frunció el ceño.
--Creo que no entiendo. ¿Qué fue lo que muchacho hizo de malo?
--Los misioneros no pueden salir con chicas, y menos casarse durante la misión.
--¡Eso es ridículo! El apóstol Willard Richards se casó con una chica mientras hacía una misión en Inglaterra. Mucho misioneros volvieron a casa con una esposa.
--Ya lo sé. John Taylor volvió a casa con una novia que se convirtió en mi abuela. Pero las cosas han cambiado últimamente.
* * * FUIMOS AL OBISPADO. El obispo lo saludó y le y le dijo: --Hermano Smith, sería muy desagradable para mí tener que comunicarme con su barrio de origen para informar que Ud. se ha negado a sostener a las autoridades de la Iglesia.
--Obispo, yo solamente dije que acostumbramos discutir los asuntos antes de una votación. Así lo hacemos en mi estaca.
--Hmmmm. ¿Qué barrio y qué estaca es esa?
--Barrio Celeste 1, Estaca Kólob.
El obispo tomó nota. ¿Y cuánto tiempo piensa quedarse, Hermano Smith?
--Pensaba volver hoy, pero escuché en el sacerdocio que mañana hacen una excursión al templo, así que he decidido quedarme e ir con ustedes.
--Muy bien, me alegra que nos acompañe. Supongo que tiene una recomendación.
--¿Una qué?
--Una recomendación para el templo.
--Nunca oí hablar de tal cosa. ¿De qué se trata?
--Certifica que usted es digno de asistir a las sesiones del templo.
--Un momento. ¿Está usted insinuando que el templo no es un lugar de adoración pública?
--Por supuesto que no. Se permite público antes de la dedicación, pero no después. Y solamente los que tienen una recomendación pueden asistir a la dedicación.
--En Kirtland era diferente. Vendíamos... vendían las entradas para la dedicación a un dólar cada una. Y en la Estaca Kólob también aceptamos a todos.
--Nunca he oído tal cosa, pero voy a verificar lo que me dice.
--Y hacemos bailes en el templo.
--¿Bailes? ¿En el templo? Al obispo casi le dio una ataque.
--Como hacían en Navoo. Con pastel y vino en el intervalo, y bailaban hasta las dos de la mañana.
--Me pregunto si los Hermanos en Lago Salado saben lo que está ocurriendo allí...
--Bueno, estoy seguro de que cuando regrese, a gente en la Estaca Kólob me va a preguntar qué diablos está ocurriendo aquí. Hábleme más de este asunto de la recomendación, obispo. ¿Qué tengo que hacer para conseguir una?
--Tiene que observar estrictamente la Palabra de Sabiduría.
--Pero fue dada como consejo, no por mandamiento ni restricción.
--Ahora es un mandamiento. Ni café, ni té, ni tabaco, ni bebidas alcohólicas.
--Es indudable que el abuso de tales sustancias puede dañar la salud. Es sabio ser moderado en todas las cosas. ¿Pero qué tiene que ver con la espiritualidad? Cuando los escribas y fariseos vinieron a Jesús, Mateo nos dice que les dijo: "No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca... ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen lo malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre".
--Hermano Smith, Ud. debe comprender que podemos hablar de doctrina, pero podemos no debatirla.
--Está bien, obispo. ¿Qué más tengo que hacer?
--Debe pagar un diezmo completo y...
--¿Tengo que comprar mi acceso al templo?
El obispo lanzó un suspiro.
--Hermano Smith, me temo que usted es un rebelde irremediable.
Salimos del obispado y nos encontramos con Jack Snyder y la abuela, que estaban esperando en el pasillo. La Hermana Snyder le explicó a Joe que el nieto también quería saludarlo.
Joe felicitó al nuevo misionero. --¿Cuándo sales para Alemania, Jack?
--Todavía no lo sé. Primero tengo que ir al Centro de Entrenamiento Misional para prepararme.
--¿Centro de Entrenamiento? ¿Qué es eso?
--Queda en la Universidad de Brigham Young. Estudié un año de alemán, pero hay que mucho que aprender sobre la obra misional.
--¿Crees que el evangelio es verdadero?
--Por supuesto.
--¿Qué más necesitas, Jack? Muchas veces he bautizado a un hombre, lo he confirmado, ordenado élder y enviado a la misión, todo el mismo día. Cuando salía, todavía estaba húmedo.
--¿No tenía que aprender las charlas misionales?
--Les decía que no predicaran sino el arrepentimiento, y eso bastaba.
--¿Pero cómo sabía qué decir?
--No os preocupéis de antemano por lo que habéis de decir; mas atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida, y os será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre.
--Bueno, este... mucho gusto de conocerlo, Hermano Smith.
* * * JOE Y YO SALIMOS DEL EDIFICIO. Le pedí que me esperara mientras iba a buscar el auto. Y me tomó algún tiempo, porque mientras nosotros terminábamos las reuniones el Barrio 2 empezaba las suyas. Cuando llegué a la entrada, Joe había desaparecido. Busqué en todo el edificio, por adentro y por afuera. Entonces supuse que había decidido seguir viaje con algún otro miembro.
Esa fue la última vez que vi a José Smith. El domingo siguiente la Hermana Snyder vino casi corriendo. Y cuando me saludó, me quedé boquiabierto. La mano era dócil y suave. Los moretones y las manchas habían desaparecido. La mirada era vivaz y parecía diez años más joven. Me habló muy efusivamente:
--¡Por favor, agradézcale al Hermano Smith de parte mía! ¡Desde el instante que me dio la mano...!
Creer o reventar. Los médicos no pueden explicarse esta remisión espontánea. Dicen que tal experiencia carece de explicación. Es imposible verificar los resultados con la frialdad de un estudio científico. Y especialmente con ella. ¡La Hermana Snyder es tan exagerada!